martes, septiembre 12, 2006

11 de septiembre


El 11 de septiembre de 2001 cayó en martes. Yo me levanté tarde y algo resacoso, como de costumbre. Estaba ya en la recta final de mis vacaciones antes de comenzar mi último año de carrera. Aquellas eran, pues, mis últimas vacaciones universitarias, esos períodos de descanso estival que se extendían mas allá de los cuatro meses y que uno trataba de aprovechar buscando actividades que comportaran los más diversos estímulos nerviosos como viajar sin dinero, trabajar de cosas absurdas en países absurdos, acostarse con chicas, enamorarse de chicas, beber en exceso, probar drogas o realizar alguna actividad solidaria (asistiendo a algún campo de trabajo, por ejemplo) con la única y verdadera intención de viajar sin dinero, trabajar de cosas absurdas en países absurdos, acostarse con chicas, enamorarse de chicas, beber en exceso y probar drogas. También podías resignarte a ver la tele y dejar que el tiempo pasara plácidamente. Yo, que ya había disfrutado suficiente de algunas de las bondades de la primera opción, me senté en el sofá y encendí la tele esperando a que mi madre pusiera la comida.

Estaba en todos los canales, excepto en la cadena local C47 en la que la bruja Lola, en un asombroso acto de insumisión, seguía jugando con su tarot. Primero decían que era un incendio, pero llegó el segundo avión. Después el pentágono, y los aviones perdidos. Increíble. No creo que fuera el único que sintió que estaba viendo uno de esos telefilmes americanos (¿de donde si no?) catastrofistas y, hasta este día, exagerados. Pero también me di cuenta de que no era un telefilme por la forma en la que había sido rodado, por la estructura del guión y por el metraje. Recordé las implícitas presunciones panópticas en la repetición secuenciada y continua de todos los planos posibles recientemente viendo un video de Steve McQueen (no, no es el actor) ideado a partir de un gag de Buster Keaton. La fachada de una casa prefabricada cae sobre el imperturbable artista que sale ileso al estar colocado justo en el punto correspondiente al vacío dejado por la ventana. El video muestra una secuencia de tomas del suceso desde los lugares más dispares. La diferencia con el 11S es que nadie estaba avisado de donde había que colocarse. Ni siquiera la televisión.

No recuerdo que puso mi madre de comer, pero pasé todo el día delante de la tele. Mis padres y mi hermano, que tenían ocupaciones "reales", me espetaban de cuando en cuando un “que vidorra te pegas”, mientras yo aliviaba mi inexistente complejo de culpa manteniéndolos al día del estado de las cosas.
- Dicen que igual se cae una de las torres.
- Eso es imposible
La incredulidad referida a eventos que a uno no le atañen directamente se vence con inesperada facilidad. Sin duda estamos bien entrenados para ello. Telediarios a la hora de la comida, crimen en el telediario, guerra en el telediario, desastres naturales en el telediario, comida tres veces al día. Es una obviedad, pero no creo que esté de mas recordarlo.

Aquella noche, como de costumbre, salí con unos amigos por La Alameda. Había un cierto sabor a euforia en el ambiente. En una pared vimos una pintada que rezaba “Yo también soy talibán”. Había muchos jóvenes con pañuelos palestinos al cuello, generalmente combinados con camisetas negras de grupos de heavy metal. Pedimos dos lotes de JB con Coca cola. En un momento dado alguien puso una botella junto a la otra, ya vacías, y les lanzó un avioncito de papel entre las risas y los aplausos del personal.

Otro 11, pero de marzo del 2004, la carnicería se dio en Atocha, en el corazón de Madrid. En ese momento yo estaba adormilado en un vagón de tren regional exactamente igual a los que estallaron, pero en otra ciudad. El baño de realidad estuvo mas cerca ahí, pero todos acabaron contestando al teléfono.

Yo prefiero acordarme del 11 de septiembre de 2003, que caía en sábado, y que fue el primer día que pisé Barcelona y también el día que empecé a vivir en Barcelona. Una ciudad que, curiosamente, tiene dos enormes edificios con vistas al mar conocidos como las torres gemelas, bajo las cuales las aglomeraciones de gente no huelen a miedo, ni a cenizas, ni a muerte. Como apuntó Bolaño, huelen a crema bronceadora, el olor de la civilización.

14 Respuestas emocionales:

Anonymous Anónimo said...

te imaginas acostarte con una chica mientras consumes drogas y derepente se estrella un avión en tu dormitorio?
No podría haber mejor forma de morir.....

3:19 p. m.  
Blogger andrés said...

no me convence el tema del coitus interruptus. ¿No podría el señor avión esperar al cigarrillo?

3:43 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

habrá que hablar con Bush para que haga las coordinacione.

5:23 p. m.  
Blogger andrés said...

Perdí su número de móvil. Y no se si sigue sin convencerme la parte del avión... ¿es necesario?

5:53 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

mmmmmmmmmmmmmm
puede ser un velero también...

6:05 p. m.  
Blogger andrés said...

mejor metemos la habitación, el dealer la chica y la crema bronceadora en el velero, y tratemos de evitar en la medida de lo posible al Air Force One. ¿Alguien se apunta?
The loooove boooooat

7:46 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

si hay barman y es negro me apunto yo

2:35 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

A mí también me parece mucho más edificante tu recuerdo de tan fatídica fecha dos años después.

Besos orgiásticos.

1:35 a. m.  
Blogger andrés said...

No tan edificante como una orgía oscular, independientemente de la fecha.

Besos báticos.

11:26 a. m.  
Blogger Max said...

Quizás es el simple hecho que hace un par de horas que suena en bucle “Jesu, Joy of Man's Desiring” de Bach tocada por Dinu Lipatti, mi pianista favorito (y dura tan solo 3:25 minutos). Quizás es esa maldita manía de Lipatti de morir de linfoma de Hodgkin a los 33 años en un remedo irónico, en cuanto a cronología se refiere, a aquel a quien Bach dedicara esta pieza que mi máquina se empeña en tocar como si Dinu Lipatti siguiese vivo sólo para desangrar el piano, como quien le hace el amor a una chica en verano, listo para enamorarse como quien sube a un avión casi esperando a que se estrelle más allá de la geografía conocida, como quien nació listo para lavarle sus rubios cabellos en ginebra, como reza ese divino verso del “Nocturno de Vermont” de ese otro poeta, no de los pianos, sino de las palabras, que también compartía con Lipatti esa manía de morir, aunque a otra edad, aunque más empeñado en eso acostarse con chicas. Quizás sea eso. Quizás sea que un 16 de Julio y no de Septiembre, y de 1992 y no del 2006, a nueve calles de mi casa se produjo el atentado terrorista más sanguinario de esa historia que realmente nadie recuerda pero realmente nadie olvida en la que las sirenas que no cesaron llamaban a gritos a esa manía de morir como invitándola a una fiesta de último minuto. Quizás sea sólo eso lo que empaña mi humor. Pero quizás sea un poco que este post es así, como el verano cuando se va, cuando se va así, casi sin avisar.
Gracias por la lectura.

6:39 a. m.  
Blogger andrés said...

Gracias por leer así

6:38 a. m.  
Blogger Max said...

Keep writing like that and I'll keep reading like that.

Is it a deal?

2:41 p. m.  
Blogger andrés said...

deal

10:11 a. m.  
Blogger O de FLANEURETTE said...

joder, muy buena! y la continuacion apoplectica de max incluso mejor...yo solo puedo aportar dos datos, sin importancia probablemente...ese 11-s comi patatas con coliflor reogadas con ajo-ajete de primero, y dos filetes de lomo con ensalada de segundo...una naranja y un trozo de queso...comi bien, y tambien me quede viendo la tele toda la tarde, supongo que mas estupefacto que glorificataliban, habiendo vivido en la pochipomona durante un par de años...
ah, y ese dato brutal de la clase-aparte que son lola, sus cartas, y el numero irreverente, 47. eso me ha gustado muchisimo
adue.s

1:53 a. m.  

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