El desprecio
El fin de semana pasado lo pasé escuchando El desprecio (Le Mèpris) de Godard. No es que tenga por costumbre ponerme de banda sonora casera películas de la nouvelle vague, en realidad ningún tipo de película, generalmente escucho música. Pero esta película tiene una composición métrica similar a una partitura, y suena bien. Sobre un fondo melódico de palabras francesas (la mayoría), inglesas y alemanas, se suceden dos composiciones de Georges Delerue (una de ellas reutilizada por Scorsese en Casino, recuerden el coche pasando por las gafas de sol de De Niro, mientras trata de prepararse mentalmente para la mas que posible muerte que viene con el) que se van espaciando por silencios de longitud similar a las mismas. Y si Delerue se repetía yo activaba en el windows media player la opción repeat y minimizaba la ventana para seguir alimentando mi vicio electrónico (o haciendo el amor con mi portátil, como dice alguien que yo me se) mientras las voces de Brigitte Bardot, Michel Piccoli, Jack Palance y Fritz Lang inundaban de dudas y desencuentros el espacio sonoro de mi habitación.
Cuando le comenté esta extraña y espontánea conducta a mi amiga, que es la que hace el amor con su portátil, me llamó masoquista. Para ser masoquista hay que disfrutar con el sufrimiento propio y sufrir, lo que se dice sufrir, tampoco estaba sufriendo yo. Disfrutar si. Le comenté que lo que hacía era recrearme. No se puede estar todo el día de buen humor, no es sano. Tampoco es honrado, pero eso no me preocupa. Reconozco que me estoy poniendo algo crepuscular en los últimos posts, cosa que prometo compensar en breve. Soy un tipo débil, fácilmente influenciable, presa fácil de la publicidad, de las ofertas en rótulos chillones, de los testigos de Jehová. Y no lo iba a ser menos con la sugestión que parte del otoño, la lluvia, el frío y la memoria comparada (ya saben, hace un año, exactamente aquí…). Supongo que todo es una cuestión de pereza, o de indisciplina, en realidad me da igual.
Dicen que del amor al odio hay un paso. Generalmente hay más de uno, pero si es cierto que es un tránsito habitual. En “El desprecio” Godard utiliza tres pasos. Del amor desesperado a la aceptación. De la aceptación a la duda. De la duda al desprecio. La película parte de un texto de Moravia, una especie de novela-ensayo en la que se narra la historia de un matrimonio al tiempo que traza una parábola paralela sobre la relación de él con el arte y el dinero. Con el deseo, en definitiva. Godard juega metacinematográficamente (si se me permite la palabreja) con La Odisea. Se puede reconocer a Ulises-Piccoli (el artista), a Penélope-Bardot (ese quejumbroso objeto del deseo) y a Poseidón-Palance (el engreído rival). Todo enmarcado en la realización de una película sobre la obra de Homero que comienza siendo una obra de “arte y ensayo” planeada por el oráculo encarnado en el viejo Fritz Lang y acaba siendo un musical con chicas desnudas meneando el culo frente al mar por mor de los cambios exigidos por el productor Palance-Poseidón. Sin duda a Godard, que es todo un sátiro, le gustaba mucho más la segunda versión, pero se odiaba a sí mismo por sentir que estaba situado del lado de los que hubieran hecho la primera, la de arte y ensayo. Todo esto me hace recordar que a mi amigo Antonio, intelectual y gran consumidor de best sellers y superproducciones jolibudienses, le dio un ataque de risa el día que dije “soy el único intelectual de izquierdas que reconoce que no ha visto a Godard”. Era una mentira disparatada, pero reconozco que tenía su gracia. El patán de Wilde no hubiera llegado a decir algo parecido.
11 Respuestas emocionales:
¿Acaso algún día de estos del otoño de este Valle de este río Hudson, que en el rubor hipersensible de sus hojas caídas hace palidecer a la mesa directiva del post-impresionismo en pleno a los gritos de “realistas académicos,” quizás recorriendo ese largo camino que lleva a Ithaca (unas 3 horas de acá: Ithaca, NY, claro, así como el Paris, Texas de Wenders), tal vez deteniéndonos en las paradas obligadas de la zona y sus extensos bosques (Blair Witch Projectosos, a decir de alguien y su “laptop,” que dicho sea de paso suena más sexy que el castizo “portátil”), quizás riendo entre copas de algún vino del Valle del Napa o del Sonoma (me gusta el Zinfandel blanco, pero acepto sugerencias), quizás haciendo chistes listos y observaciones tontas, fumando cigarrillos American Spirit, que duran siglos, o sino de los Gitanes (si es que no hay de los “Madeleine”), tal vez perfumados del azul zafiro (pero sin tónica) de esta bóveda tan celeste y tan bóveda del cielo gringo sobre nosotros y tan lleno de tesoros, con los bolsillos y la guantera del coche llenos de golosinas (que sobraron del Halloween) y un viejo y favorito libro de poemas y un cuaderno de viaje comprado en el supermercado y la música a todo volumen (un compilado quemado en la “laptop” esa), pueda comentarte este post y decirte, “qué bien escribes, hombre”?
No sé, me encanta, sublime, acogedoras tus palabras y más, quiero más y saber más.
Me encanta esa canción, nunca la oí, pero me encanta. Me hace recordar que París está en Texas al igual que Itaca en NY, y me hace sentir un Harry Dean Stanton cualquiera confesándose a través del cristal de una cabina con forma de blog, con la diferencia de que Harry no se sonrojaba.
Adoro vuestro entusiasmo, sois mucho mejor que la Kinski.
Los dibujos son tuyos?
si, soy artesano digital y manufacturero
Bonito lo de Artesano y todo lo demás... podría adularte, pero he decidido NO HACERLO... Yo soy de Truffaut, es lo de siempre, o te decantas por uno u otro y yo hace años que me fui con François y su Antoine Doinel, sus trilogías con besos robados,amores en fuga y domicilios conyugales, su forma de quemar libro, su amor por las mujeres, su flequillo caído sobre sus pequeños ojillos vivarachos.
Lo siento, pero yo "mepriseo" a Godard.
Escribes molt be ( ¿a que no te esperabas que terminase así el commentario?)
Pues no me lo esperaba, no. Yo tampoco es que esté del lado de Godard, al fin y al cabo era un pervertidillo con gafas ahumadas. Así que a Godard mepriséalo sin pudor, que no es pariente cercano mío y para eso está. Pero me reconocerás que lo mejor que hizo Truffaut fue tocar aquel sintetizador en 'Encuentros en la tercera fase', en una aparición tiernamente impropia de un crítico moralista de su talla. Y gracias por los cumplidos (sobre todo por los NO HECHOS), un placer verla por estos lares.
En el desprecio andamos también por mi orgía. En fin, he de aprender a despreciar, porque odiar no odio, y a este paso jodido lo tengo.
Su texto, sublime, como siempre.
Besos bacanalescos.
En busca del desprecio perdido... De pronto me acordé de Proust. Qué mal le sentaría comprobar que he hecho un vil trueque con su tiempo.
En francés siempre suena mejor, mas musical. Una magdalena con forma de desprecio que te recuerda a su autor... Mejor la compra que el trueque.
besos cómplices
año y medio despues, todo sigue igual;desaparecido el autor, pero brillantes y poderosos los afroditos del silabario! que ñacañaca placer!
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