Fiebre del sábado noche
La cabina del sidecar está rodeada de una hilera de diminutas luces rojas que iluminan una pila de discos y cds, una mesa de mezclas, dos platos de los que sólo uno se usa ya que el otro está cubierto de peticiones (una de ellas muy especial) y el geométrico flequillo de la imperturbable dj, que imperturbablemente se mece como si no lo hiciera, como si no se moviera en absoluto. La cabina del sidecar está en una insospechada esquina, pegada a una pared que a su vez tiene pegado un estante donde pueden asentarse, por ejemplo, dos Voll Damm y un codo que impida tu desplome durante la espera, ya que los ibuprofenos, efferganes, antiinflamatorios, analgésicos y el protector gástrico (¿zantax?) que mezclaste con la cena ya levantaron la cortina de bienestar que te permitió salir de casa para dejar sitio a esa fiebre que te hace empapar sábanas y fundas de almohada y aún así insistes en que el frío de la cerveza sean cristales rotos que castiguen las placas víricas cultivadas en tu garganta. Cada vez más calientes las mejillas, más dulce el aturdimento, más firmemente acodado, más nublados los oídos y más ensordecida la vista, observas con ridícula melancolía clásica y autocomplaciente la arrítmica danza de la fauna de este tugurio abovedado y oscuro, oscuro al punto de apenas permitirte impedir, por no verlo, que ese fornido empleado negro se lleve la otra cerveza, cuestión de la que desiste premiándote con la misma mirada que podría dejársele a un pordiosero en un cajero o a un cocainómano en plena bajada de tensión y eso que sólo fue un gesto y ni abriste la boca para hablarle y no ha visto tu garganta llena de sangre, placas y cristales y seguro que ni siquiera se ha parado a pensar en que él, tu y todos los demás estáis bajo tierra, que el mundo está arriba, que tras pagar dos entradas bajaste unas escaleras para pedir dos cervezas y poder abandonarte en la placidez subterránea de tu enfermedad febril e inclemente. Ahí está, ya salió del servicio. Un cigarro, quieres un cigarro.
8 Respuestas emocionales:
¿quién tirará de tí tanto como para que te lleves todos los viruses a una disco en plena fiebre? ¿quién salió del cuarto de baño?
(empiezo a tener complejo de stasi)
Espero que esa cortina haya caído ya por su propio peso... te dejo un beso apoyado en este estante.
mari: lo tuyo es un alquimismo de lo más peculiar, espero más recetas.
25, 25... aparta el foco un poquito que me hace daño en los ojos. Aunque quizá mejor que confesar sea invitarte a compartir la fiebre del sábado que viene...
desmartes, no pudiste tener mejor entrada, en este tugurio nada se agradece más que los besos.
Y el aire de ENFANT TERRIBLE, sudoroso, más delgado, con chaqueta de pana, bufanda de lana y cara desencajada que se tiene con la fiebre ¿quién te la quita?
Así eres más interesante. Mete la cabeza en el congelador y sigue delirando.
Pues sí, sí que estabas enfermo. Te ha salido un post afiebrado.
Besos orgiásticos.
Mari, lo del esmalte no acaba de convencerme, me corté las uñas esta mañana. Mejor me preparas una cosilla de esas azulada y con hielos que da tanta lucidez y alegría.
Cris, cariño mío, esa cosa que has descrito es UN PROGRE. ¿Qué te pasa, por qué me dices esas cosas?. Lo del congelador lo practicaré, aunque si mari me sirve suficientes esmaltes con hielo igual me da por el rollo excéntrico y consigo lo mismo saliendo en pelotas a la terraza.
Ella Ellita, enfermo estuve siempre, siempre, siempre. Algún día me explicarás que significa eso de "post afiebrado", no se como tomármelo...
besos 39º (y subiendo)
Andrés, pensé que te habías quedado enganchado al post idílico anterior. Veo que has hecho resert, me alegro, pero algo te queda ¿eh? Besazos
si, de vez en cuando uno sufre ciertos shocks y se olvida de darle de comer al gato, de regar la planta, de echarle madera al blog... Y si algo queda es porque la enfermedad es inclemente y progresiva y uno es delicado y se queda medio así.
besazos a ti
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