1, 2, 3, 4, 5... (¿Sueñan los androides...?)

Hoy he pasado casi quince horas delante de dos ordenadores distintos y son ya las dos de la mañana pasadas así que me como un yogurt con cuatro valerianas y me meto en la cama. Lo ingerido no hace el efecto esperado y no acabo de encontrar el sueño. Pienso en el trabajo, en el que hice hoy y en el que dejé para mañana. Pienso en la ropa que me pondré. Pienso en la expo de diciembre. Pienso en llegar vivo a enero. Pienso en la playa. Pienso en un vertedero. Pienso en un aeropuerto. Pienso en mis cicatrices, las enumero. La de la operación por la luxación escapular, la de la barbilla por aquel encontronazo, las del accidente, las de las rodillas de toda la vida, la que dejó en la mano derecha aquel concierto, la del labio. Pienso en lo que es vivir solo. Pienso en lo que es vivir en familia y en lo que es vivir con compañeros y en lo que es vivir con pareja y en lo que es vivir en pareja. Pienso en cuerpos pegados, en querer y en amar. Pienso en que no son lo mismo y me pregunto por qué, pero no me respondo porque ya estoy pensando en una noche de hace muchos años en la que tampoco dormimos pero no nos acostamos y sonaba break beat y nada nos importaba una mierda. El break beat deja de sonar y pienso en mañanas frías en pasillos largos, en olor a grafito y tacto de barro fresco, en alguien que una vez fui. Pienso en escribir este post. En enumeraciones. Pienso en cuerpos pegados. Pienso en una oveja masticando una televisión LCD portátil en un vertedero. Aparece otra oveja por detrás y empieza a follarse a la anterior sin que ésta deje de mordisquear los últimos restos del electrodoméstico. Me río solo. Me pongo las zapatillas. Enciendo la luz para cruzar el pasillo. Caliento leche.