Sexo, obviedades y archivos de video (II: El origen del mundo)

El video de la multimillonaria Hilton también fracasó en mis expectativas de estimulación cremástica. Era más bien una pieza cómica, siendo especialmente divertida la escena en la que ella debe morderle un testículo porque él protesta molesto “Ouch!, Bitch!”, grosería ante la cual ella se queja lastimosamente, aunque no se le entiende mucho quizá porque aún sigue con el huevo metido en la boca. Al menos me reí un rato. Tiré el video a la papelera y, ya sin muchas esperanzas, arranqué el de la Anderson que, si bien tampoco produjo la añorada, quimérica excitación, fue porque a ésta le sobrepuso un insospechado ataque de ternura que me suscitó su visualización.
En la primera escena que veo él se acerca a la cámara mientras se baja la bragueta y se saca la polla, que menea divertido a pocos centímetros del objetivo. Es una escena sintomática, que define lo que será la tónica del resto del metraje, la fijación explícita y continuada por los órganos sexuales del otro. Es un día gris oscuro y la lluvia comienza a hacer acto de presencia, pero ellos son felices y ríen porque llevan hamburguesas y patatas fritas y van en un 4x4 que no debe valer menos de 300.000 dolares y ella le está mamando la polla fervorosamente mientras él mantiene una doble atención en no salirse de la carretera y en que la felación quede bien grabada. Es evidente que se adoran. El uno al otro y cada uno a si mismo. Y que se desean. Cada vez que uno tiene la cámara la mirada acaba dirigiéndose al sexo del otro, que generalmente lo muestra impúdicamente. En ocasiones el plano se mantiene de forma hipnótica, sin ningún tipo de acción en curso. Ella se abstrae grabando un primer plano del peso del sexo de él que, al sentirse observado, bromea haciendo maneja los comandos del yate con su miembro semierecto. En otra escena él le pide a ella que se abra de piernas sobre la proa de la nave para sencillamente quedarse grabando esa versión rasurada de “El origen del mundo” de Courbet. Ella se tumba complacida y muestra ese coño que tan intencionadamente depiló, en una muestra más de la plena consciencia del deseo que demanda la mirada.
Estaba absolutamente enternecido, al borde de las lágrimas, cuando recibí una llamada. Era una amiga que me llamaba para decirme que el vecino tenía la música muy alta y que no la dejaba dormir. -¡Ese maricón está poniendo música de maricones!- fue su explicación, -¿no te gusta su música?- fue lo único que acerté a murmurar, tan conmovido como estaba. Más tarde me percaté de que eran casi las dos de la mañana y no acababa de creerme como tenía la cara de llamarme a esa hora para decirme que no la dejaban dormir, más cuando yo entro a trabajar antes que ella. La verdad es que ella había tenido un día gris oscuro de mierda y se ve que el vecino había terminado de rematarla, así que charlamos un rato. –Leí tu blog, ¿de qué vas a escribir ahora?-, -Del video de Pamela Anderson, creo- Pamela trabaja en tv y cine y ha grabado millones de videos pero cuando decimos “El video” todos sabemos a que video nos referimos. Es evidente que a nadie le importa una mierda lo demás. Después de reírse me comentó que en su oficina se hablaba mucho de ese video, y que todas estaban especialmente impresionadas con el calibre y la usabilidad del sexo del protagonista. –Si, está bien- le confirmé. –Bueno, ya paró la música, me voy a dormir-. –Si, descansa, te vendrá bien-.
La mañana siguiente ambos nos levantaríamos y nos dirigiríamos a nuestros respectivos trabajos, en los que invertiríamos la mayor parte de las horas del día.